LA FUNDACION

A fines de la primera mitad del siglo pasado unos hombres que buscaban la manera de vivir de su propio esfuerzo, sé desprendieron de algunas poblaciones antioqueñas y se internaron en las montañas del sur de ese departamento, en solicitud de tierras de cultivo. Ante las autoridades y leguleyos que los arrojaron de los sitios en que habían abierto los primeros claros, declararon, en papel sellado, hemos sido llevado a este movimiento por nuestra extrema pobreza en bienes materiales y por la escasez de tierras, ya para cultivarlas como propias o en las cuales podamos construir habitaciones para nosotros y para nuestras familias. Pero tuvieron que abandonar sus fundos iniciados. Ni los conquistadores españoles, ni el gobierno en cuyo nombre operaban, tuvieron el propósito de desarrollar en sus colonias una política agraria, pero ni siquiera de estimular la agricultura. La tierra era del dominio absorbente de la corona que la otorgaba en concesión a solicitantes influyentes, mediante la expedición de cédulas reales o de capitulaciones. No importa que los adjudicatarios de extensos territorios no los trabajaran jamás. Tenían su titulo feudal y con eso bastaba para impedir ante los tribunales que los hombres de trabajo trataran de ponerla en producción. Así sucedió con los primeros expedicionarios que se propusieron implantar cultivos en las montañas australes de Antioquia. Y cuándo, acosados por los leguleyos y las autoridades y la tradición colonial, tenían que levantar sus toldas, no pensaron nunca en regresar a los pueblos de que procedían. Continuaban abriéndose camino con el machete en la maraña de la selva, siempre hacia el sur. Un sitio habrían de encontrar en que libres de autoridades estorbosas y de terratenientes ociosos, pudieran fundar, crear, disponer de un pedazo de tierra en donde reposas sus sienes y civilizar la montaña. Los incisos y los artículos de las capitulaciones seguían tras de ellos como antiguamente los perros de presa de los conquistadores tras los talones de los aborígenes. Finalmente, algunos lograron levantar vivienda, derribar la selva, implantar cultivos sin que nadie pudiese molestarlos. Fueron los titanes de la montaña. Atrás quedaban, muy lejos, SonSon y Salamina. Delante de los exploradores marchaban FERMIN LOPÈZ y JOSE HURTADO. habían salido de Salamina en 1839 y después de muchas fatigas lograron llegar hasta el Quindio. Este grupo de hombres intrépidos, esforzados y tercos fueron los iniciadores del gran movimiento colonizador al cual se debe la incorporación a la economía y a la civilización de toda la región montañosa, antes de ellos desconocida e inviolada, que se desprende de Salamina hacia el sur. A ellos se debe la fundación de todas las ciudades y pueblos que hoy son centros comerciales, agrícolas e industriales a lado y lado de la cordillera. Son los creadores, qué rompieron el necio prejuicio aristocrático de los españoles de la colonia de que el trabajo ennegrece, empobrece y embrutece. Pero ellos lo habían hecho verdadero, pues vinieron en la opulencia, cómo parásitos de la población indígena. Por eso pudo decir RODRIGUEZ FREILE, en el Tolima se acabo el oro cuando se acabaron los indios.

ESFUERZO Y RESPUESTA

El impulso y las dificultades de estos hombres para remover la montaña quedaron gráficamente registrados en la frase de BENECIO RESTREPO cuando empezaba a derribar un monte, "A un lado serpientes, alacranes, avispas, tarántulas, trasgos, hormigas rondadores y fantasmas, diablos y demonios, qué aquí va un hombre con hambre".

Estas redentoras migraciones de antioqueños ocuparon primero los flancos y vertientes occidentales de la cordillera central y cuando ya aquellas vastas regiones habían entrado en plena producción y estaban cuajándose de ciudades y poblados, cultivos y dehesas, trastornaron la cima de la montaña y desparramaron su vigor laborioso en la zona comprendida entre los ríos Güarinó y de la miel y el boquerón del Quindio. A fines del siglo pasado habían instalado campos de labranza, instalaciones de minería, cría de ganados e industrias de madera en lo que entonces era el extremo norte del departamento del Tolima. Muchos núcleos de población empezaron a prosperar en aquellas comarcas. La asociación de hombres de empresa dio origen a varias ciudades que hoy son modelos de civilidad, centros de producción y de cultura y fuentes de sangre nueva con que empieza a renovarse la vieja y tranquila población Tolimenses que durante tres siglos demoro en el llano, inmodificada y solitaria, pensando en su tradición y devanando ensueños. El primero de los grupos humanos de la cordillera del norte del Tolima que se erigió en sociedad civil, fue el que levanto la ciudad del Fresno, al pie de los Altos del Águila y del cielo.

FRESNO Y SU FUNDACION

La fundación no fue el ejercicio ostentoso del derecho de la fuerza, ni una usurpación, ni un sojuzgamiento, como los que registraron en diligencias escritas, un tanto pedantescas, los conquistadores españoles, cuando se incautaban de las chozas de alguna agrupación indígena y le daban un nombre que guardo después la historia. Allí no estuvo don GONZALO JIMENEZ DE Quezada, ni don HERNAN Venegas, ni FRANCISCO NUÑEZ PEDROSO, con heroicos ademanes y su espada sonámbula rasgando el viento, en desafió de un enemigo inexistente que se opusiera a la toma violenta de la tierra para regalo de su majestad el rey de España. Allí ,la mano abusiva y ruda del soldado fundador no arranco tallos de hierba, pero la mano fecunda del hombre dominador de la montaña ya había cargado de simientes la tierra elegida. En el momento de la fundación, las gentes del lugar ya constituían un organismo social. El hecho de la fundación, como acto oficial, no era otra cosa que el resultado de la previa fecundación de la tierra, con el trabajo duro y honesto. Los fundadores le daban nombre, y nombre de árbol de montaña a lo que ya habían creado. A nadie molestaban con el hecho porque estaban dentro de la propiedad que al fin les deparaban sus fatigas. Después del éxodo por las montañas y las selvas, perseguidos de la justicia, de la incomprensión catalogada en leyes y de los rufianes que las manejaban, según su sabor y su provecho, los exploradores ya tenían a su ojos extensas praderas cuajadas en frutos, alquerías ricas, trapiches crujiendo y oro que saltaba de los socavones. Todo esto era riqueza que procedía de su inteligencia y de sus músculos y vida civilizada y culta que por primera vez emergía de las hondonadas, sé arraigaba en las laderas y subía a los picachos. Era un erial al que le iban a imponer un nombre, para incorporarlo a la vida civil de la república. Era toda una creación. No la teórica fundación de los españoles. Sino la presencia de cosa viva que ya venia palpitando en la entraña de la patria. No podía haber mejor ceremonia de fundación para un bautizo de tan alto linaje. Fresno es un árbol, y Fresno seria el nombre de la ciudad. No podía ser mas adecuado al símbolo, El personaje de la selva anclado en la civilización de la ciudad.

Pero allí estaban, presentes en la ceremonia, en medio de tanta vida actuante, unos hombres inteligentes, músculos hasta el exceso. rugosas las frentes de sufrir y del doloroso proceso de crear. Sus manos trascendían todavía a los aromas acres de las cortezas y las frondas selváticas. Pero ya no estaban tristes, sino jubilosos y triunfantes. Y las sombras de los palenques caídos hace siglos, en holocaustos de su libertad y de esa tierra que se muestra ahora tan libre como ellos quisieron conservarla, prodigando vida para todos los que quieran fecundarla, debieron de ponerse en fiesta, en el paraíso de agua y selva que su mística religiosa les tenia preparado para el descanso ultraterreno.

Los que no vacilaron ante las temeridades de la montaña, allí estaban ahora, trémulos de emoción, MIGUEL DE LOS RÍOS, BONIFACIO MIRANDA, CELEDONIO OSPINA, DIONISIO OVANDO, NORBERTO GAVIRIA, ANTONIO OVANDO, LINO FLOREZ, CIPRIANO DÍAZ, PEDRO Y MIGUEL CALDERÓN, FRANCISCO PINILLA Y DOMINGO DIAZ, y por allí andaba el coronel ANSELMO PINEDA, y otro agregio varón, del que enseguida se hablara.

El coronel Pineda obtuvo del gobierno central que el caserío se erigiera en aldea, era una categoría entre la fundación y la ciudad, que le daba personería civil. Todo esto fue en 1857.Casi tres siglos antes,en1574,el adelantado, general y Mariscal don GONZALO JIMENEZ DE QUEZADA, después del exterminio casi total de los palenques, aun, no se sabe con exactitud, si en el emplazamiento de la ciudad actual, o en sus cercanías, la ciudad de "SANTA AGUEDA DEL GÜALí". No tuvo larga vida. No podía subsistir. Las ciudades no se fundan caprichosamente y sin esfuerzo. Son el resultado de las energías aplicadas dolorosa y tesoneramente al trabajo humano, dentro del empeño del hombre de crear para sobrevivir y superarse. La ciudad es el resultado de la congregación de las gentes laboriosas de la misma región, para cumplir con los designios ciegos y tiránicos de la especie, de auxiliarse, protegerse en común, fortalecerse y amarse. Una ciudad no se pone, en cualquier sitio, como lo querían los españoles, se crea, y la creación es todo un proceso biológico. SANTA AGUEDA no es, por consiguiente, un antecedente histórico y racional del Fresno. Fue una frustración. Mientras que el Fresno es el afortunado e indeclinable corolario de una ordenación de energías lógicamente aplicadas por el hombre a la tierra prolifera, dispuesta a fecundarse de ellas. Por eso ha sido firme y sostenido el curso de su desarrollo y de su prosperidad como célula sana de su organismo social en formación. Es ciudad sin historia, como alguien dijo de Manizales, en cuento la historia es un desdoblamiento del hombre hacia el pasado, y completo su pensamiento de esta manera, dirigiéndose a los hijos de Manizales, Quién desde conocerás, en lugar de peregrinar hacia atrás en busca de vuestros orígenes, tiene que avanzar hacia el porvenir para encontraron". Así, los hijos del Fresno, tienen también su historia por delante. Ya llevan brillantes paginas escritas, pero constituyen una sociedad tan nueva que tienen largos trechos por andar, para que de todo lo que tiene en formación.

EL PROPULSAR

Una reseña sobre el Fresno quedaría trunca si nada se dijera en ella a cerca de un hombre cuya personalidad fue una síntesis racial y un extraordinario caso humano, el General PANTALEON GONZALEZ. No le vino la categoría militar como fruto de desvelos y de erudición, al servicio de estudios o de disciplinas castrenses. Le vino, le llegó, por hombre, como la riqueza ,como la jerarquía social, como su destacada posición de fundador de industrias, de ingeniero sin academia, de economista sin mas escuela que la vida practica, la inteligencia fulgurante, el carácter catoniano, la voluntad audaz, la imaginación efervescente y el corazón firme como el péndulo que nunca se desborda. Fue un hombre de la mejor estirpe, entendiendo por estirpe la conjunción de las mejores cualidades humanas. Pobre principio su lucha como todos los que se acogieron a la montaña y millonario murió, no obstante el derroche piadoso de su fortuna. Fue la base angular de la prosperidad de Manizales y de toda la región que la circunda. Agricultor, fundo, enriqueció y sostuvo en perfecta organización dilatadas extensiones agrarias, industrial, introdujo el funcionamiento de maquinas a vapor en varias industrias cafeteras y de otro orden que creo, minero, modernizo y mecanizo la explotación aurífera con sistemas que después aplaudían los académicos, ingeniero, ideo, trazo y construyo el camino de herradura mas audaz, desde las graníticas alturas de la Moravia hasta Mariquita, sobre abismos de vértigo y hondonadas profundas, ganadero, monto extensas dehesas con reses de selección, humanitario, sostuvo, por todo el tiempo de su vida empresas que no le daban un adarme de utilidad, con tal de no privar del pan a sus trabajadores, magnánimo e hidalgo, sus adversarios políticos, como el General URIBE URIBE lo confiesan, militar, lo dicen sus galones. Solamente siendo como era, laborioso hasta la terquedad, pudo fundar y sostener en prosperidad creciente las numerosas empresas a que vinculo su energía, durante el pasado siglo de tantas convulsiones políticas y habiendo militado en siete guerras. Concurría a ellas, por honesta fidelidad a sus principios doctrinarios y lealtad con sus jefes. Nunca fue acusado de intrépido con el adversario. Hecha la paz, olvidaba la política y era solidario de todos los hombres de trabajo. Tal grandeza de espíritu hizo que todos los hombres de bien se disputaran su amistad y sus consejos. Este gran señor fue uno de los fundadores del Fresno y el propulsor inicial pero efectivo y practico, de su progreso. Los vecinos de la ciudad guardan su memoria con respeto y veneración. FABIO LOZANO TORRIJOS, EMILIO ROBLEDO, FIDEL CANO, RAFAEL URIBE URIBE, TOMAS CARRASQUILLA entre otros muchos escritores austeros, ha hecho el merecido elogio y reconocimiento de don PANTALEON González, ejemplar eximio de una nación y de una raza.